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Durante cinco años, el fotógrafo Murray Ballard tuvo un acceso sin precedentes al mundo de la criogenización, que consiste en congelar cadáveres en nitrógeno líquido hasta que, según los defensores de esta técnica, la tecnología haya avanzado lo suficiente como para devolverlos a la vida. La criogenización comenzó en EE.UU. en 1967, cuando el doctor James Bedford se convirtió en la primera persona en ser preservada después de su muerte. Comercialmente, comenzó en los 70. En estos tanques de una instalación en Estados Unidos es donde se almacenan los cuerpos.
El último paso del proceso de la "crioconservación" es la colocación del cadáver en un tanque de nitrógeno líquido, que lo congela a una temperatura de 196ºC bajo cero. Después de eso, aparte de rellenar el tanque de vez en cuando, el proceso no necesita mucha más intervención. Personajes como Walt Disney, Peter Sellers o Mohamad Ali manifestaron en vida su interés por la técnica.
Antes de sumergir el cadáver en nitrógeno líquido, debe ser enfriado lentamente hasta que adquiere la temperatura del fluido criogénico para evitar que se dañen los órganos vitales. Después de la muerte, los cadáveres son vaciados de sangre, que es sustituida por una solución que enfría rápidamente el cuerpo y que minimiza el daño en las células durante el transporte al lugar de almacenamiento.
En la mayoría de países no existen instalaciones adecuadas para la criogenización y los cadáveres suelen ser llevados a Estados Unidos o a una planta cercana a Moscú, en Rusia.
Como medida de seguridad, muchas de las personas que quieren conservar sus cuerpos después de muertos también guardan un “archivo” con su ADN. Eso lo hacen por si acaso mueren repentinamente y no es posible transportar su cuerpo a las instalaciones de criogenización.
En esta imagen, un cuerpo espera a ser colocado en un tanque de almacenaje en KrioRus, cerca de Moscú. Una instalación de criogenización en Estados Unidos ofrece el proceso completo por US$25.000, pero en otros lugares puede llegar a costar US$100.000. Una opción más barata consiste en conservar sólo la cabeza en lugar del cuerpo completo.
Robert Ettinger, fotografiado en su casa de Detroit antes de morir a principios de año. Ettinger es el fundador del Instituto Cryonics y considerado el “padre de la crionización”
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